OPINIÓN | No, Sr. Otegi; no son presos políticos, exiliados ni represaliados

Carta abierta a Arnaldo Otegi, de Carmen Serrano, líder de UPYD en el País Vasco

Un año más, las calles de Bilbao se ensucian con la vergüenza, indignidad e impunidad de quienes pretenden hacer política como si ETA no hubiera existido, como si cincuenta años de terrorismo no precisaran respuesta democrática, con la complicidad silenciosa de quienes se limitan a mirar hacia otro lado, no vaya a ser que. Nos dicen que ya no matan (como si hubiera que agradecerles que nos dejen vivir), que se han “disuelto” (aunque siguen sin aparecer las armas con las que asesinaron a más de 300 personas), y como ya no matan y se han “disuelto”, parece que debemos olvidar aquellos años, más de 50, en los que sí mataban. Pero no, no olvidamos ni olvidaremos. Pero no, la impunidad no será la respuesta, moneda de cambio, ni una opción.

Porque no, Sr. Otegi, no son presos políticos, ni exiliados, ni represaliados; son presos terroristas y delincuentes fugados de la justicia. Son asesinos, extorsionadores, secuestradores, torturadores, fascistas todos ellos que durante demasiados años han negado la pluralidad política de la sociedad vasca y la libertad de aquellos que, no compartiendo su proyecto político, nos convertimos en enemigos y objetivos, personas prescindibles en su “proyecto de pueblo vasco”. Y son presos por decisión propia, Sr. Otegi. Están en la cárcel porque decidieron libre y conscientemente imponer mediante la violencia un proyecto político totalitario excluyente a quienes no pensaban/pensábamos como ellos, aunque para lograrlo tuvieran que señalar, acosar, perseguir, coaccionar, amenazar, extorsionar, secuestrar, asesinar. Ellos pudieron elegir, opción que no tuvieron sus víctimas.

Estuvo en sus manos elegir entre política y terrorismo, entre libertad democrática e imposición totalitaria, entre vida y muerte. Pero eligieron muerte, la muerte de aquellos que no aceptaron sus reglas de juego. Eligieron asesinar para silenciar al discrepante e imponer su proyecto político, atentando contra la pluralidad política, contra la tolerancia, contra la libertad, contra la democracia, contra la vida. Eligieron asesinar a quienes defendían propuestas políticas diferentes a las suyas, víctimas políticas de asesinos terroristas. Sí, Sr. Otegi, en España hay víctimas políticas y asesinos terroristas. Y por ello, por muchas veces que se repita lo contrario, no están en la cárcel por pensar diferente ni por defender un proyecto político diferente, sino por recurrir a la violencia como recurso político, por cometer actos terroristas, por vulnerar los derechos fundamentales de los que no eran/éramos de los suyos. Y están fugados de la justicia porque se niegan a reconocer que lo que hicieron estuvo mal, se niegan a asumir la responsabilidad de sus propios actos terroristas.

Porque no, Sr. Otegi, no buscan la reinserción ni la reconstrucción de la convivencia. Siguen estando orgullosos de lo que fueron y siguen siendo. Orgullo que no dudan en demostrar públicamente cada año en el Gudari Eguna, día del soldado y combatiente vasco, en el que rinden honores a terroristas asesinos. Agur eta Ohore. Izan zirelako gara, garelako izango dira. Orgullo y respeto que muestran públicamente sin pudor en cada homenaje realizado a la salida de la cárcel de terroristas que no se arrepienten de su pasado. Ese derecho al abrazo que va de la mano del derecho a causar daño y sufrimiento en su justa medida, reservado a los patriotas leales a la causa. ¿O acaso alguien ha visto que se realice recibimiento u homenaje a un preso de ETA que haya mostrado previamente de manera pública arrepentimiento por su pasado y por sus delitos?

Porque sí, Sr. Otegi, ya existe una vía que permite a los presos de ETA el acercamiento a sus entornos familiares. Pero exige una voluntad que no tienen. El arrepentimiento es mucho más que una palabra escrita o leída. El arrepentimiento es una actitud que se refleja en el comportamiento, paso previo esencial para poder hablar de reconocimiento del daño causado, de reconocimiento de la injusticia del daño causado, de condena del pasado terrorista, de paso decidido hacia la reinserción. Sin ser necesario hablar de perdón, algo que pertenece exclusivamente a la esfera personal e íntima de las víctimas, y que como tal no puede exigirse ni imponerse, no ocurre lo mismo con el arrepentimiento y el reconocimiento/condena del pasado terrorista, requisito esencial sin el cual no es posible hablar de deslegitimación de la violencia, de reinserción, de reconstrucción de la convivencia. Mas ¿cómo hablar de reinserción de aquel que sigue orgulloso de su pasado criminal? ¿Cómo hablar de reinserción de quien no reconoce la criminalidad de su pasado?

Por ello, Sr. Otegi, los presos de ETA están donde deben estar: en la cárcel cumpliendo sus condenas. Por ello, Sr. Otegui, no es creíble un arrepentimiento, un reconocimiento del daño causado, la reinserción de quienes siguen hoy rindiendo culto a los asesinos. Por ello, Sr. Otegui, no es posible creer en la deslegitimación de la violencia cuando exigen un final sin vencedores ni vencidos. En la lucha contra el terrorismo por supuesto que hubo buenos y malos, de la misma manera que el fin del terrorismo debe venir de la mano de un final con vencedores y vencidos. Lo contrario constituiría la peor de las derrotas para la democracia española, humillación innecesaria e injusta para las víctimas, y el mayor de los errores en el camino de reconstrucción de la convivencia. No podemos permitir que se pase página con amnistía e impunidad, como si nada hubiera ocurrido. Ocurrió, y eso nadie puede cambiarlo ni reescribirlo.

Porque no, Sr. Otegi, la sociedad vasca no tuvo problemas de convivencia ni conflictos políticos. Sufrimos la peor lacra terrorista de la democracia reciente, cincuenta años de terrorismo, de sufrimiento, de miedo, de socialización del dolor. Unos ponían las balas mientras otros lloraban en silencio su pérdida. ¿Cómo hablar de convivencia cuando ni siquiera nos permitían coexistir? Ni la guerra civil, ni la dictadura franquista, ni el terrorismo de ETA fueron conflictos políticos ni problemas de convivencia

Y ahora, en este nuevo tiempo de paz y “convivencia conciliada” en la que ya no nos matan, yo me pregunto, Sr. Otegi, los que no somos de los suyos ¿somos por fin libres? Usted conoce tan bien como yo la respuesta. Porque no, Sr. Otegui, los no nacionalistas, los del “trifachito”, los que recibimos sus intolerantes y antidemocráticos mensajes de exclusión y expulsión al grito de alde hemendik y ospa egin, los que necesitamos escolta policial para poder expresar nuestras ideas políticas en público, aquellos cuya presencia en espacios e instituciones públicas resulta una “provocación”, aquellos cuya voz siguen silenciando en un grave e inaceptable ataque a la pluralidad política de la sociedad vasca y española, si bien puede que nos dejen seguir vivos, seguimos sin poder ser libres.

En este mundo al revés de lobos con piel de cordero, si matar les ha salido barato, silenciarnos les sigue resultando gratis. Porque, aunque duela, la violencia política les ha merecido la pena.

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