HABLEMOS DE LIBERTAD (O DE LA FALTA DE LIBERTAD)
Por Carmen Serrano, Líder de UPYD en el País Vasco
Quienes vivimos en el País Vasco conocemos de primera mano, porque la sufrimos a
diario, la situación pre-democrática en la que vivimos. Ya no nos matan por pensar diferente,
por no pensar como ellos, pero ¿somos los ciudadanos en el País Vasco libres para ser, sentir,
amar y pensar lo que decidamos ser, sentir, amar y pensar? ¿Somos los ciudadanos en el País
Vasco libres para desplazarnos por cualquier municipio sin ser señalados, acosados, insultados
o agredidos por razón de nuestro género, orientación sexual, nacionalidad, ideología o
profesión? Lamentablemente, la respuesta es no.
Puede que nos permitan seguir vivos, pero siguen sin permitirnos ser libres. ¿Cómo
hablar de libertad ideológica cuando pensar diferente se considera provocar, tensionar,
retroalimentar? ¿Acaso ser, sentir, amar diferente también es provocar? No, ejercer la libertad
no puede ser una provocación. Y mientras sigamos siendo señalados, perseguidos, expulsados
de los espacios públicos, escoltados policialmente y a pesar de ello insultados y agredidos por
pensar diferente a ellos, mientras siga existiendo miedo a expresarse públicamente, seguirán
siendo conculcadas las libertades básicas en las que se fundamenta toda democracia. En esencia,
sin libertad no hay igualdad. Resulta imposible hablar de justicia, de derechos humanos, de
progreso, en ausencia de libertad e igualdad.
Los graves incidentes y agresiones ocurridas recientemente en el País Vasco, sin resultar
ajenas a nuestra triste realidad y cotidianidad, evidencian per se un grave déficit democrático y
moral que resultaría inadmisible en cualquier democracia moderna. ¿Se respeta en el País Vasco
la libertad, la tolerancia, la pluralidad, el respeto, la diversidad, o acaso se permite (cuando no
se fomenta) la intolerancia, la discriminación, la exclusión, la agresión y la violencia por razones
de género, orientación sexual, nacionalidad o ideológicas? ¿Se garantiza en el País Vasco la
igualdad de derechos, de oportunidades y de trato de las personas, con independencia del
género, orientación sexual, nacionalidad, ideología o profesión? La respuesta, tristemente,
vuelve a ser negativa.
Si nos colocamos frente al espejo, ¿podemos considerar que la sociedad vasca es una
sociedad tolerante? ¿Es la sociedad vasca una sociedad plural que construye la convivencia
fundamentada en el respeto del derecho a ser y pensar diferente o acaso se legitima en el País
Vasco la negación de derechos y libertades por razones ideológicas? ¿Se está tolerando y
normalizando “campañas de expulsión/alde hemendik/ospa egun/fuera de aquí” dirigidas
contra el “enemigo del pueblo vasco” (resumiendo, todo el que, no siendo nacionalista, no es
de los suyos)? ¿Se está tolerando y normalizando campañas para excluir de los espacios públicos
a quienes mantienen propuestas no nacionalistas? ¡Cuánto peligro encierra considerar
enemigo al que simplemente piensa diferente!
Hoy que las explosiones y detonaciones son cosas del pasado, ¿podemos por fin afirmar
que la sociedad vasca es una sociedad que rechaza la violencia, o acaso sigue normalizado en el
País Vasco el discurso de la intolerancia, del odio, de la confrontación, de la violencia? ¿Se sigue
rindiendo culto en el País Vasco al intolerante, al violento, al criminal, al terrorista? Terrorista
a quien se considera referente moral y político. Terrorista a quien, como gudari o patriota cuyos
crímenes inspiran a las nuevas juventudes, se le agredece su pasado criminal integrando una
lucha armada por la que sacrificaron la vida o la libertad (segando de paso, no lo olvidemos, la
vida y libertad de todos aquellos que, señalados como enemigos, fueron víctimas de su odio
durante más de cincuenta años). Terrorista cuya salida de prisión se celebra con petardos para
recordar años oscuros. ¿Sigue siendo una asignatura pendiente en el País Vasco la
deslegitimación de la violencia como recurso político? Sigue siendo una asignatura pendiente
en el País Vasco la deslegitimación de la violencia como recurso político.
Me pregunto cuál sería la reacción social e institucional si las campañas de acoso y
exclusión que se realizan contra quienes pretendemos ejercer nuestra libertad ideológica se
dirigieran contra otras personas o colectivos por razón de su género, orientación sexual o
nacionalidad. Seguramente en este caso la condena por los insultos y agresiones sería
rotundamente unánime, y se estaría hablando de homofobia, de racismo, de machismo, de
discriminación, de delitos de odio. Entonces, ¿por qué no se siente la misma necesidad de
condenar la violencia por razones ideológicas? ¿Por qué no se defiende con la misma
rotundidad la libertad ideológica? ¿Por qué no se persigue con la misma intensidad el delito
de odio por razones ideológicas? ¿Se mantendría la misma equidistancia o inacción -que bien
podría confundirse con permisividad- que se produce con homenajes y “ongi etorris” a
terroristas si estos actos de enaltecimiento se realizaran para rendir culto a quienes no se
arrepienten de sus crímenes machistas, racistas, homófobos?
Cuando se identifica ser vasco con nacionalismo, de forma que para ser (buen) vasco no
puedes ser o sentirte no nacionalista ni defender propuestas o ideas no nacionalistas, se quiebra
el principio de pluralidad y libertad ideológica. Los no nacionalistas sabemos que si no
comulgamos con el credo identitario oficial, nos señalan, nos acosan, nos insultan, nos agreden,
nos amedrentan para que nos mantengamos quietos y en silencio. Podemos coexistir, siempre
y cuando no molestemos, no nos mostremos públicamente. Porque ¿cómo podemos atrevernos
a reivindicar nuestro derecho a ser y pensar lo que decidamos ser y pensar? ¿Cómo podemos
atrevernos a reivindicar ser libres? ¿Cómo podemos provocar, retroalimentar tensiones, insistir
en estar o ir a donde no nos quieren? Como si ellos tuvieran el poder para decidir sobre las
libertades de los demás. Como si ellos gozaran de bula papal para, al grito de “faxistak alde
hemendik”, criminalizarnos y expulsarnos ante la pasividad, cuando no connivencia, de las
instituciones.
En este contexto de normalización del “derecho” a silenciar al otro, del “derecho” a
boicotear los derechos y libertades de otros, del “derecho” a recibirles a pedradas, cuando la
libertad de expresión se convierte en libertad de agresión, el terrorista es referente de paz y
dignidad y el fascista se proclama antifascista, visibilizarte como no nacionalista se convierte
en un acto de valientes temerarios que puede abocar al aislamiento social y político, pero la
aquiescencia y el silencio nos convertiría en cómplices de la normalización institucional de la
más absoluta anormalidad democrática. Las políticas del terror en la sociedad vasca aún
prevalecen, funcionan, y se llevan como un dogma en ciertos núcleos de la sociedad. No
podemos seguir callando.
Por ello, es necesario reaccionar. Sin complejos. Sin pedir permiso; porque no necesitas
permiso para ser libre. Sin pedir perdón; porque no debes pedir perdón por decidir ser libre.
Consciente de que todo puede ser diferente. En el convencimiento de que la violencia nunca es
el camino, ni puede ser una opción. Condenando con contundencia toda agresión. Sin peros. Sin
excepciones. Sin equidistancias. Sin retroalimentaciones. No toleres la intolerancia: denuncia.
No seas cómplice con tu silencio: condena.
Reivindiquemos una sociedad de ciudadanos libres en igualdad, e iguales en libertad.
Avancemos en progreso y justicia social consolidando valores democráticos esenciales.
Reivindiquemos tolerancia, pluralidad, respeto, igualdad. Reivindiquemos libertad. Nos
queremos vivos. Nos queremos libres.